A veces actuamos totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados, a lo que somos y a lo que sentimos. Hasta que de repente te encuentras en un punto que no puedes dar marcha atrás, dejando un camino roto de discusiones, inseguridad y pérdidas.
¿Te ha sucedido alguna vez que ten envuelves en una discusión que lleva a otra, y al final, cuando te detienes a pensar cuál fue la razón primordial de esta discusión, no la recuerdas? A veces nos perdemos en discutir y enfadarnos por cosas triviales, que no tienen sentido, no tienen peso y por alguna razón seguimos dando vueltas en el mismo asunto sin parar, por simplemente "ganar" esa discusión. Llega el momento dado en que simplemente echamos en cara a la otra persona cosas pequeñas que se disfrazan de un problema grande. Y lo peor del caso es que realmente eso ni siquiera es el "elefante rosado" en el cuarto. Tendemos a desviar el verdadero problema, ya sea por que no se tiene el valor de señalarlo, o porque simplemente no sabes cuál es ese problema en sí, en un nivel consciente. Y no es hasta que se toman decisiones drásticas y nos encontramos en ese camino roto, que nos decidimos a revelar el verdadero problema, o lo descubrimos en el caso de que los que no lo conocían a ese nivel consciente. Lo triste del caso es que a veces perdemos tanto, por no tomar a ese elefante rosado por las orejas y enfrentar el nombre y el apellido del mismo. ¿Cuál es tu elefante rosado? Si lo revelamos hoy a ese ser querido, tal vez podamos virar de ese camino roto antes de que sea tarde...
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