A veces lo que uno necesita para crecer es seguir su propio camino de ladrillos amarillos. Ante los ojos de otros, puede ser un tanto drástico, y hasta impulsivo, pero son cambios necesarios que nos ayudan a experimentar la vida fuera del "comfort zone" y nos ayuda a conocernos y forjar nuestro propio destino. Esto a su vez logra definirnos, ya que comenzamos a decidir por nosotros mismos y no por lo que los demás quieran...
Usualmente el primer paso es el más difícil. Tomar la decisión de hacerlo. Es lo lo que más terror nos causa, ese miedo a la incertidumbre de no saber que nos espera en el horizonte. A veces nos detenemos a observar ese horizonte y hasta perdemos horas imaginando qué hay más allá del mismo. Y el terror de no saberlo nos detiene, nos encadena al suelo conocido y nos volvemos conformes. Pensamos en todas las cosas que pueden surgir mal, en vez de enfocarnos en lo que podemos ganar. Pero, una vez nos lanzamos, ya sea con los ojos abiertos o cerrados, ya sea sabiendo con certeza lo que queremos hacer, o con todas las inseguridades abrigándonos, nos volvemos más fuertes, nos comenzamos a definir como persona y comenzamos a crecer. ¿Qué importa lo que nos depare más allá del horizonte? ¿Qué importa si mares y océanos nos separan de nuestro hogar? ¿Qué importa si una lengua extranjera es la piedra más grande en nuestro camino? Lo que importa es que nos hacemos más grandes cuando tomamos rienda de nuestras vidas y comenzamos a controlar nuestro camino. Lo que importa es que nos lanzamos, y luchemos por alcanzar nuestros sueños. Lo que importa es que nunca olvidemos que siempre podemos regresar, chocando tres veces nuestros tacones rojos...
I will miss u Ana!